viernes, 22 de octubre de 2010

PUTITAS Y SAPITOS DE CARNE VALIENTE



Lucas casi había terminado de dar forma a los dos tiraillos* que logró sacar de uno de los trozos de corcho que encontró entre las piedras de Las Canteras. Los labró primorosamente con una navaja nueva, imitando al más bonito de cuantos lucían en la tienda de Cesáreo. La navaja, como todas las anteriores, la había comprado a Manolo Ferreira, en El Colmado de toda la vida. Llevaba días echándole el ojo de tal manera que casi la sacaba de tanto mirarla a través del cristal de la mesita expositora. No era la primera navaja que compraba. Ni mucho menos. Tampoco sería la primera que su padre le tirase al pozo. Ni la última.
A ésta le tenía un aprecio especial. Le llevó mucho tiempo juntar el dinero y la dio por perdida al poco de comprarla, casi sin haberla usado. Se alegró mucho cuando la descubrió en manos de su hermano y le dolía ver cómo la usaba para levantar adoquines. Sabía que le costaría caro recuperarla, pero la volvía a tener a la vista.
Tuvo que ceder el mejor de sus corchos  y labrar el casco de un velero para poder decir que la navaja volvía a ser suya. Lo hizo sin rechistar. Después labró los tiraillos hasta que su padre le vio la navaja y se la tiró al pozo, sin mediar palabra, con un gesto automático.
Le entró una risita floja mezclada con un intento de llanto, pero lo aceptó.
Ya tenía pensado lo que haría para recuperarla.

-Pelma, ven conmigo a comprar tanza y anzuelos que a la tarde vamos a ir a pescar.-dijo Lucas a Camelo, como si la navaja nunca hubiese existido.
Carmelo no podía oponerse. Ni quería. Salir a la calle siempre caía bien.
Manolo se sumó. Sabía que su padre iba a soltar la mosca.
-Yo también tengo que comprar anzuelos bizcos y plomos. Hoy hay una marea buenecita y voy a ver si pesco unos sarguitos en la punta del corral.-dijo Manolo mirando a su padre.
-Tened cuidado con el niño no se vaya a clavar un anzuelo.-les dijo.
-¿En un ojo?- ironizó Carmelo.
-Tú riéte.-le recriminó su padre.
Y le dio una moneda a cada uno.
Cesáreo tenía de casi todos los tipos y tamaños de anzuelos, menos tragaeritas* bizcas, que se le habían terminado. Le compraron una tachuelita, un plomo, tres anzuelos bizcos “pamojarras”*, una braza de tanza fina para aparejos y cuatro brazas de tanza para la caña de Manolo.
Las tragaeritas fueron a comprarlas a Ceballos, que las tenía bizcas y pequeñísimas, como las quería Lucas. Compró “un puñao”* que le envolvió Julio en un papel de fumar. Le dio apuro de comprar aquella miseria y pidió otra corchuela pequeña. Pagó con el dinero de Carmelo y regresaron a casa para comer y montar los aparejos en los tiraíllos de corcho y en la caña que Manolo había hecho el día anterior.
Lucas recuperó la navaja en cuanto su padre se echó a la siesta. Estaba empatando anzuelos con Manolo y lo aplazaron para la pesca en agua dulce. Con la soga atada por debajo de los brazos se metió en el pozo y descendió agarrándose a las piedras de la caja, hasta que puso los pies en el suelo. El agua le llegaba a la cintura. Cogió su preciada navaja de piñón con las cachas de nácar y la guardó en un bolsillo. No buscó ninguna otra navaja y comenzó a subir mientras Manolo y Carmelo mantenían la soga tersa con gran esfuerzo. Volvieron a atar el cubo a la soga y siguieron empatando tragaeritas. Lucas se duchó y se puso el bañador seco para llevar el pantalón a la azotea. Lo exprimió y no sabía dónde esconder la navaja.
A las cinco ya estaba todo preparado. Lucas bajó de la azotea con el bañador en la mano y el pantalón encasquetado. Aún estaba húmedo, pero calentito del solano.
-Mamá, nos vamos palamarea*-dijo Lucas abriendo el portón.
-¿Palamarea paqué?*-preguntó su madre desde dentro.
-Para coger sapitos de carne valiente-respondió Lucas ufano, palpándose el bolsillo.
-Y putitas.-añadió Carmelo.
-No te vayas a mojar y ten cuidado con tu hermano, no se vaya a clavar un anzuelo en un ojo-dijo su madre-.Manolito, ten cuidado con esos dos y no te vayas muy lejos-añadió.
Dieron un portazo y se fueron para el corral de Ramoncito de la Bastida.
Putita

2 comentarios:

  1. Pastorino, me hago seguidor de tu blog y espero deleitarme con las muchas y buenas historias que a buen seguro te irás sacando de la manga.

    Aún recuerdo alguna de las que contabas en las clases y veo que siguen sin faltar a tu estilo y tu originalidad. Contar cosas sencillas, propias de aquí, de un chipionero cualquiera. Lo que un abuelo podría contar a un nieto o un padre a un hijo. Creo que con este blog tengo la diversión asegurad,la posibilidad de revivir momentos pasados y por supuesto, aumentar el conocimiento de las cosas de Chipiona, que siendo de aquí aún tanto desconocemos muchos. Aquí tienes un nuevo seguidor.

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  2. Espero ver algún día todos estos relatos recogidos en un libro, y no te preocupe por el dinero la Delegación de Cultura de nuestro querido Ayuntamiento te lo financiará, je je je un saludo.

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