domingo, 15 de diciembre de 2013

SOLO EN LA SABINA


Las mañanas de mayo invitaban a pasear por la orilla de la playa. Carmelo ya conocía la ruta de la rabona. Había ido de cacería con sus hermanos a La Laguna, a La Mosca, a Los Llanos, a Lopina y a otros enclaves que estaban siempre abiertos. Para perderse en el de La Laguna, su favorito, le bastaba con acercarse a la orilla y sentir la brisa hasta el fortín de Camarón.

Escondió la maleta en uno de los lentiscos del cerro de Las Cancelas y buscó la playa al final de los eucaliptos de Villacañas. La marea estaba vacía, como a él le gustaba. El sol le acariciaba todo el costado izquierdo y la humedad del océano refrigeraba su perfil derecho. Se descalzó y llegó al fortín oliendo a seba.

En La Laguna buscó la sombra de una sabina y se emborrachó con el canto de los pájaros. Los cañaverales le pillaban lejos y La Mosca aún más lejos. Decidió echar allí la mañana. Solo.

En la escuela estarían machacando la tabla del siete y repasando la del seis hasta donde alcanzase la caña de bambú.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...