domingo, 5 de febrero de 2012

LAS GAFAS DEL PEQUEÑO LEÓN

Rambo

Un domingo no muy lejano, en la espesura de un hermoso bosque de pinos piñoneros, Rambo perdió sus gafas de leer.

Desde entonces no es el mismo. Restriega  los ojos contra sus mangas y amasa legañas como croquetas que reparte por doquier.  Está triste detrás de sus enrojecidos ojos colgones.
Lo sé.

-¿Qué te pasa, Rambo? ¿Por qué no juegas un rato con los niños?

Él se acerca cabizbajo, dando tumbos, como un esquiador aburrido.

-¿Tienes hambre?¿Tienes frío ?

Ni contesta ni me mira.
Suelta  un profundo suspiro
y alza las manos a mi regazo
para que lo abrace un ratito.

Los niños juegan afuera y lo llaman dando voces. Él no se inmuta.

-Rambo, ¿quieres leer a ver si te animas un poco?
-No veo bien sin gafas. No me apetece leer porque no comprendo nada.
-¿Por eso estás tan triste?
Rambo traga saliva y casi se ahoga. Creo que he adivinado el motivo de su tristeza .
-¿Ya no me dirás más "Mi  León"?
-¡Claro que sí, Rambo! ¡Vamos a buscar tus gafas de leer! Siempre serás mi pequeño León.
-¿Aunque ladre de vez en cuando?
-Bueno...sí.
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