sábado, 18 de diciembre de 2010

UN GATITO ENTRE LAS NUBES


Abrió el tiempo y llegó el momento de subir a la azotea los jergones de lana. Paquita barrió la solería de ladrillos árabes y recogió los caliches que las lluvias habían acumulado junto a la rejilla del bajante.Luego fue repasando los rincones con la escoba y el recogedor, entreteniéndose donde el viento había acumulado la basurilla y algún que otro gato había sido incapaz de sepultar sus excrementos. El sol se puso a la altura de las calabazas, dispuesto a cumplir con su trabajo.
Paquita ya había repetido varias veces a Carmelo que bajase de los pretiles. Jugaba con su hermana a hacer de gato.¡Y los gatos hacían su vida en los pretiles de las azoteas! Mari estaba a su cuidado, como si jugase con un minino pequeño.
-Carmelo, baja y trae las tijeras, que están en la canastilla de la costura. Pídeselas a tita.
El niño obedeció a su madre con premura, aunque no le gustaba dejar la azotea un día tan soleado.
-Voy mamá.
-Mari, baja tú el recogedor y ten cuidado con tu hermano.
-¡Quillo, no corras!-dijo Mari agarrando el cabo del pesado recogedor de madera.
Carmelo paró en seco en el descansillo de la escalera porque Manolo y Lucas subían con el último de los jergones rellenos de lana. Lo estrujaron en el rincón hasta sacarle zumo por los ojos.
-¡Los hombres no lloran!-le recordó su hermano mayor aliviando la presión para que pudiese escapar escalera abajo.
El pequeño secó sus lágrimas en la funda del colchón y aprovechó para sonarse también los mocos.
-¡Te vas a enterar como te coja luego!-amenazó a Manolo señalándolo con el dedo.
Los porteadores de colchones se aliviaron con una sonora carcajada.
-¡Y tú también te vas a enterar!-amenazó a Lucas cambiando el dedo de blanco.

Francisca sacaba agua de la tinaja con un cazo hasta llenar un gran hervidor de aluminio.
-Tita, dice mi madre que me des las tijeras que están en la canastilla de la costura.Las grandes, ¿eh?
Su tía abuela arrimó el hervidor a la lumbre, comenzó a soplar con un paipay de esparto para que avivase el carbón vegetal y se lo pasó a Carmelo cuando empezó a chisporrotear.
-Toma, sopla por esta ventanita mientras voy por las tijeras.
Su hermana reía detrás de Carmelo.
-Es la primera vez que veo un gato sacando estrellitas. Sopla más fuerte, verás cómo salen muchas.
El carbón, algo húmedo, crujía más que un saco de pimientos y lanzaba su lluvia de chispas al aire, como un vesubio cabreado.
-Toma, Mari. Sube tú las tijeras, que el gatito se queda soplando el anafe. Dile a tu madre que subo el agua caliente y la palangana dentro de un rato. Que no se preocupe, que el niño está aquí conmigo.

Francisca se acercó al soplador de fogones. Aprovechó que estaba metido en faena con sus estudios de vulcanología, sacó la botella de vinagre de la alhacena, la puso sobre la palangana esmaltada y escrutó la cabeza de rizos del niño con un peinecillo blanco.
-¡Como para no lavarte la cabeza! Estás minaíto, hijo. ¿Dónde te metes?
Francisca subió a Carmelo a la anafera para que se entretuviese observando el agua en ebullición. Al chaval del pelo anillado le fascinaba contemplar el espectáculo de bolitas trepando por las paredes del hervidor. Después de las bolitas, llegaban los borbotones.La función terminaba con una nube mágica de vapor que ocultaba lo que sucedía en el agua. El colofón lo ponía la colocación de la tapadera, que el pequeño mago retiraba al ratito para ver el agua condensada adherida a su superficie. Se lo había enseñado Manolo y siempre funcionaba.
Francisca apartó el hervidor de la lumbre y arrimó la olla para que la comida siguiera recochando.
-Vamos, gorrión, coge la palangana y la toalla y vente conmigo. Después bajas y subes la botella del vinagre.¿La ves aquí?
Echó el peinecillo en el bolso del delantal, agarró el asa del hervidor con un paño de cocina y se dirigió a la escalera, dejando que Carmelo subiese por delante.
-No golpees los escalones con la palangana, gorrión; que se desconcha y se abolla.
Carmelo descubrió que la palangana era de hierro vestido de blanco justo al llegar a la azotea.

Varios montones de lana tomaban el sol sobre la solería, junto al pretil que lindaba con Amador. Enfrente, recostado sobre el apretilado de "Flichi", se oreaba una montañita de trocitos de espuma de colorines. Procedían del relleno de las almohadas, tantas veces esparcidas por la alcoba en miles de batallas de risas.
Carmelo soltó la carga, cogió carrerilla y se lanzó sobre el mar de espuma. No le gustó el olor a amoníaco que desprendían. Se sacudió y arremetió contra uno de los montones de lana.
Mari y su madre abrían los nudos de lana para que esponjasen. Lucas y Manolo andaban en el barandal de madera que daba al patio interior mientras Carmelo retozaba en la lana.
-¡Ese niño!¡Quítate de ahí que lo vas a extender todo!-le ordenó su madre.
-Carmelo, baja y trae el vinagre, que voy a lavarte la cabeza.-le ordenó su tía.
Carmelo obedeció dos órdenes de una tacada.
Francisca comentó a su sobrina la piojera que tenía el niño.
-Eso es de la miga, que se contagia de otros niños. Mira, los hermanos no tienen.
-Y de meterse en el gallinero, mamá.-apuntó Mari echándose las trenzas a la espalda.

Los dos mayores habían preparado una trampa para quitarle a los gatos las ganas de rondar las jaulas de los pájaros. Metro y medio de hilo de nailon trenzado, atado a uno de los palos del barandal. El cordel llevaba empatada en su extremo una potera de coger chovas, sin cucharilla ni quitavueltas. De carnada, dos putitas aún frescas.
Carmelo miraba el artilugio con el vinagre en la mano.
-¿Qué miras, gato piojoso?-dijo Manolo.
Carmelo empezó a arrancar la moto.
-Yo no tengo piojos. Piojoso eres tú. ¡Mamá, el Manolo me ha dicho piojoso!
Los tramperos entonaron a coro una canción que aceleró a todo puño el llanto de Carmelo.
-¡El Pelma tiene piojos!¡El Pelma tiene piojos!
Paquita los llamó al orden y les dio faena abriendo nudos de lana.
Francisca y su sobrina echaron un rato despiojando rizos de oro.
-Estáte quieto, joío, que te mueves más que los piojos.
-Mira por aquí, tita.¡Todo esto son liendres!
-¡Y por aquí!¿No te pica, gorrión?
-A mí no me pica . ¡Yo no tengo piojos!-Contestó Carmelo sacando la lengua a sus tres sonrientes mirones.
Su tía y su madre estrujaban lo que pillaban entre las uñas de los pulgares. Tras la escabechina de piojos y liendres, le lavaron la cabeza con agua y vinagre.
-¡Ay!¡Que me escuecen los ojos!
-Mentira. Estáte quieto o vas a cobrar.-le avisó su madre.
-Y no juegues más con el cochino ni con las gallinas.-añadió su tía.
Le secaron la cabeza con la toalla y le dijeron que se pusiese al sol mientras todos menos él abrían lana.

-¡Deja la palangana quieta y bájate de ahí!Mari, ponte con él para que no rompa nada. Mira cómo ha puesto la palangana.¡Con lo bonita que estaba!¡A que se cae al patio!¡Qué jarta de niño estoy!
Don Quijote y Sancho hacia poniente en el cine de las nubes.
Mari se echó bocarriba, dobló la toalla y le dijo a su hermano que se acostase a su vera.
-Toma, ven. Ponte la toalla debajo de la cabeza, de almohada, que vamos a ver el cine.
-Yo quiero jugar a los gatitos.
-No, a los gatitos, no; que se cagan en los rincones y se comen los reclamos del Manolo.
-Pues me los como y me cago donde sea, que me ha dicho piojoso. Míralo. Me está mirando.
-Ven. Mira, aquella nube es una jirafa. Y aquella un elefante. Mira las orejas. Y la trompa.¿Las ves?
-¿Este es el cine de las sábanas blancas?
-No.Ese es por la noche. Este es el cine de las nubes.
Carmelo empezó tragándose el nodo y terminó viendo dos sesiones de nubes, sin cortes.



14 comentarios:

  1. ¡¡cuantos recuerdos me traen tu relato ¡¡¡ La casa de mi abuela,en la calle larga del Puerto..abrir la lana despues de un invierno y guardarla hasta el proximo, los gatos en la azotea, los pretiles...ya que me emociono. Gracias Pasto.

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  2. Pasto,buena mezcla y buen equilibrio entre la realidad y la fantasía.Esa convivencia entrañable,compartiendo día a día la sencillez de las cosas.Esa naturalidad,que palpa lo real e intuye lo irreal,sabiendo que ambas cosas son buenas para la mente y el espíritu...Así era el pueblo,sabio,profundo y admirablemente humano...!

    Me trajiste muchos recuerdos de mi infancia.Esas raíces hemos de cuidarlas siempre,limpiarlas y mirarlas de vez en cuando,como un cuadro.Gracias a ellas somo lo que somos hoy...!
    Mi felicitación y mi abrazo inmenso,siempre.
    SÉ FELIZ EN ESTAS FIESTAS DE NAVIDAD Y SIEMPRE,TE LO MERECES,AMIGO.
    M.Jesús

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  3. Como siempre nos sorprendes con tus entradas, donde describes tu infancia de una forma que atrapa a lector, un saludo.

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  4. cuantos bellos recuerdos me traen tus relatos..te felicito pelma,consigues ensimismarme leyendo estas escenas tan cotidianas de nuestra infancia ,que se quedan dormidas en nuestras mentes y que despiertan efusivamente cuando alguien como tu, te las recuerda con ese particular arte narrativo que tienes..

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  5. Escenas de una época que se repetían en casi todas las familias y en todas partes. Gracias por hacernos recordar que hubo un tiempo sin butano ni grifos de agua caliente...

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  6. Lo he leido,me trae recuerdos muy bonitos de mi niñez,yo tambien jugaba en la azotea como casi todos los niños de nuestra época.Sigue asi,vales mucho. Mercedes.

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  7. Pasto, grazie mille per le tue visite al mio blog e per i gentili commenti che mi hai lasciato.
    Ti auguro un FELICE NATALE ed un MERAVIGLIOSO 2011!!!!!
    Ciao, Tito.

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  8. Hola Pasto.
    Vengo del blog de mi amigo Mamé, donde ha recomendado que te conozcamos.
    Entro y me encuentro un blog de relatos, como a mí me gusta.

    Pues nada, Pasto, que ya tienes otra seguidora y ahora no, porque voy con prisa, pero luego leo y te comento.

    Un saludo y encantada.

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  9. Vengo del blog de Mamé a conocer el tuyo, que me ha parecido estupendo, cargado de entrañables historia. Saludos.

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  10. Yo tambien vengo del blog de Mamé. Me ha encantado tu historia y el lenguaje propio de chipiona.

    Un saludo.

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  11. Amigo Pasto, como puede ver a todos nos tre recuerdos de nuestra infancia, y a mi también. Los jergones, la lana esparcida, el trajín en la casa.Lo único ...es que yo fui hija única y si quise compañia, tuve que robar de la calle a los niños gitanos , les daba de merienda y despues se dejaban lavar. Era un buen pacto
    Gracias por ser como eres, me agrada tu forma sencilla se hacer.
    Te tengas unas Santas Navidades, gózalas, no sabemos la próxima donde la pasaremos.
    Recibe mi ternura
    Sor.Cecilia
    Tus pájiritos y mi música embellecen el espacio.

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  12. Pasto , acá llego gracias al amigo Mamé , tambien escribo un blog de recuerdos de infancia , en Argentina , pero cómo los niños son iguales en todas partes , seguro que compartiremos muchas cosas...Gracias por el canto de los pajaritos que es un disfrute escucharlos...un abrazo y continúo leyendote

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  13. Hola Pasto, tambien yo vengo de parte de Mamé...me ha encantado conocerte. Me traes recuerdos de la infancia y lo cuentas tan bién que es como si lo volviese a vivir.
    Un saludo

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  14. Bueno, acabo de leer tu relato.
    Cuentas detalles cercanos, sencillos, familiares...
    Lo describes todo maravillosamente.
    Me da la sensación de que creciste en una casa grande, tal vez de pueblo, y que presenciaste esos trasiegos de colchones y limpiezas en los cambios de temporada.

    Estupendo, Pasto.
    Aquí tengo un nuevo sitio donde disfrutar leyendo.

    Saludos.

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