- Un cundi.
Carmelo no entendía bien el resto de la frase. Así que se decantó por el cundi. "Dame pan y dime tonto", pensó antes de responder.
- Entonces los huevos fritos los dejamos, ¿no?- rió su abuelo.
- Sí, abuelo. Y la mujer caliente también la dejamos. Me quedo con el cundi.-añadió el niño sin llegar a comprender el motivo de las carcajadas de sus tías.
Carmelo no le veía la gracia a lo que había dicho cuando su abuelo aseguró que todo lo que un hombre necesitaba en la vida se reducía a un cundi, un par de huevos fritos y una mujer caliente.
Y siguió acompañando al abuelo mientras daban cuenta de unos espléndidos huevos fritos con cebolla.
Carmelo no entendía bien el resto de la frase. Así que se decantó por el cundi. "Dame pan y dime tonto", pensó antes de responder.
- Entonces los huevos fritos los dejamos, ¿no?- rió su abuelo.
- Sí, abuelo. Y la mujer caliente también la dejamos. Me quedo con el cundi.-añadió el niño sin llegar a comprender el motivo de las carcajadas de sus tías.
Carmelo no le veía la gracia a lo que había dicho cuando su abuelo aseguró que todo lo que un hombre necesitaba en la vida se reducía a un cundi, un par de huevos fritos y una mujer caliente.
Y siguió acompañando al abuelo mientras daban cuenta de unos espléndidos huevos fritos con cebolla.