Mirlos desplazados |
El patio de San Luis se estaba llenando de pájaros. Primero entraron a curiosear. Al poco, decidieron quedarse.
Encargaron unas obras de remodelación, sin escatimar en los gastos. Total: pagarían otros...
Lo pusieron todo a lo machucho.
Un "quítame eso de ahí y ponme este de mármol. No; de ese, no; del mejor".
El caso era impresionar.
Al final no se atrevieron a cargarse la araucaria y la encofraron en plan ecologista fantasmón. Ya sabes, de esos que lo hormigonan todo en derredor porque no tienen cojones de talar a la luz del día y de madrugada da mucho el cante un árbol tan gordo.
Acristalaron lo que no pudieron hormigonar y se trasladaron de un edificio a otro porque eran tantos que no cabían ni apretujándose. Un pastón.
Transformaron el patio en un jaulón laberíntico para atiborrarlo de pajaritos y pajarracos.
Impresionaron.
Los mirlos huyeron a las ramas más altas para llorar cada amanecer su mala fortuna.