domingo, 30 de septiembre de 2012

LA LÁMPARA MÁGICA

La lámpara mágica

"La mañana se fue abriendo camino en busca del gazpacho."

                                                                        *     *     *

-¡Qué calor!
Castellanos parecía estar huyendo del peregrino de la bota en la mano; pero,  a media mañana,  se rindió y asomó la aguja del campanario por detrás de la arboleda. Era un pueblo pequeño y coqueto, al menos, en lontananza. Le pareció de caramelo y avivó el paso por si le hacía algún efecto el agua que había ingerido de los aspersores.
El ambulatorio estaba perfectamente señalizado y no muy distante del camino. Tampoco había muchos pacientes esperando, salvo varios ancianos para las recetas y  un niño con el rostro pálido que sujetaba su abdomen como si no quisiera que le robasen su gastroenteritis.
El niño fijó la mirada en el pie del peregrino después de escanearlo desde la coronilla al suelo, mochila incluida. Disparó la primera pregunta a bocajarro, ignorando los tirones que le daba su madre para cortar su descaro.
-¿Qué te pasa en el pie?
No esperó la respuesta y soltó la segunda, sin apuntar.
-¿Te duele mucho?
Y remató con una ráfaga de argumentos con los que quiso dejar bien claro que lo suyo era mucho más serio.
- A mi me duele mucho la tripita y tengo fiebre. El médico me llamará primero. Lo ha dicho la enfermera. Los que tenemos fiebre entramos antes que los que vienen sin fiebre. ¿Tienes fiebre?

La ATS movió el aire con la mano y el preguntón abandonó la silla sin quitar sus manos del tripamen. Al poco salió con un palo en la mano del mismo color que su semblante. Sonrió con una mueca de niño enfermo y volvió a mirar al peregrino.
- Te toca, peregrino. Tengo gastroenteritis.
El médico pidió a la ATS que ayudase. La practicante cortó el calcetín y puso al descubierto el acceso que molestaba al caminante.
- Así no va a poder seguir caminado. Al menos durante unos días.
El doctor cortó y limpió para que su ayudante terminase la cura y la cubriese con un generoso vendaje.
- Pues aquí termina su camino, caballero.
El caminante apoyó el pie en el suelo y dio unos pasos de prueba.
- No creo. He llegado hasta aquí peor de lo que estoy. Cambiaré de calzado y seguiré.
- Como quiera. De todas formas, procure que no le entre suciedad en la herida y haga que se la curen dentro de un par de días. Esto se lo toma usted si le duele. Buen camino.
Y le alargó una receta que el peregrino tomó sin molestarse en leer.
- Gracias.¿Una zapatería por aquí cerca, por favor?
La practicante le recordó lo pequeño que, en ocasiones, parece ser el mundo.
- En esta misma acera, un poco más abajo, hay una tienda donde venden un poco de todo. Es de la señora que acaba de salir con el niño.
- ¿El fiscal?
Los sanitarios asintieron levantando la mano hasta el punto en que abre la sonrisa.

La mañana se fue abriendo camino en busca del gazpacho.

- Mamá, aquí está el hombre de la mochila. Quiere unas chanclas. ¿Te duele el pie?
- Ahora no. Pero no puedo ponerme la bota. No me cabe.
La dependienta no tenía el calzado que se precisaba. Lo abultado del vendaje obligaba a utilizar un número muy grande, poco frecuente en una población pequeña.
- Tendrá que volver a Salamanca. Allí puede que lo encuentre. Si quiere, le acercamos en el coche. Vivimos en la capital.
- No quisiera molestar. Además, quiero hacer todo el camino a pie.
- No es molestia. Créame. Le acerco a Salamanca; compra unas sandalias o chanclas si tiene la suerte de encontrarlas y luego le traigo de vuelta. Como tengo que abrir a la tarde, le dejo de nuevo aquí, en el mismo sitio para que pueda reanudar su camino justo donde lo deja.

Salamanca está más cerca de Castellanos que Castellanos de Salamanca. Al menos, así se lo pareció al peregrino cuando deshizo en un instante lo que recorrió en una mañana. La ciudad le pareció vacía. La hora del almuerzo, el calor, la gente de veraneo, los comercios cerrados,... quizás la ausencia de Genaro. Pasaron por delante de la misma terraza donde se despidió del peregrino escaldado y sintió un trabucazo en el alma. "Seguiré aunque sea descalzo", se dijo.

- Paro en la farmacia un momento y bajamos un poco más para buscar ese calzado. Creo que sé quien pueda tener lo que necesita.

- Mira, mamá. La lámpara maravillosa sigue ahí.

El preguntón señalaba el escaparate de la zapatería.

                                                                   *        *        *








Dedicada a Julián, el niño preguntón de la lámpara maravillosa. Con cariño.



sábado, 22 de septiembre de 2012

GENARO

Un alto en el camino ¡Reflexión!
El camino que conduce de Salamanca a Castellanos puede llegar a ser molto longo si se intenta cubrir a la pata coja. ¡Y mira que es bonito!
                                                         *  *  *
El de Villanueva  del Trabuco no estaba dispuesto a reanudar la caminata. Había quedado para el arrastre antes de pisar Fuenterroble de Salvatierra y la idea de asaltar un autobús le rondó en el albergue al tiempo que escuchaba, sin oírlos, a los chicos de Blas. Embelesado, cerró sus oraciones entre dientes.
-Mañana estoy en Santiago.
Pero no cumplió su promesa. No pudo siquiera esperar a las primeras luces. Como cada amanecer, buscó los calcetines, los palpó y los notó aceptables para aguantar una jornada más. No se iba a rajar si su compañero no se rajaba.
-Genaro, ¿me ayudas a calzarme la bota?
-Por supuesto.
Genaro cogió la mochila y buscó los dos papelones de jamón de Guijuelo que aún sobrevivían a las calores, a las hormigas y a las moscas. Encontrarlos en el fondo del zurrón le ayudó seguramente a olvidarse del tentador autobús.
-¿Llevas agua?
-Una fresquita y tres congeladas.
-Nos harán falta.
-Pues ya estamos perdiendo el tiempo.
Abrazaron a todo el que estaba despierto y levantado y dieron las gracias a los voluntarios por la acogida.
-¡Ultreia!-gritó el del botiquín a las espaldas de los peregrinos.
La despedida del hospitalero acompasó la lentitud de sus pasos, resonando en el aire  hasta mediodía.
La primera de las botellas empezó a viajar de mano en mano hasta que se entregó por completo a los besos de los peregrinos. Julio a las once pide agua por un tubo.
-¡Reflexión!
El de El Trabuco aflojó las rodillas y cayó recostado sobre su mochila. Era un experto en echarse al suelo en un único tiempo. Como un camello abatido.
Las zarzas adornaban el cauce de un arroyo sequerón y Genaro interrumpió a su compañero cuando hacía acopio de unas moras que les sirvieran de entretenimiento durante el almuerzo. Abrió sobre la escasa hierba uno de los papelones de jamón y lanzó la invitación al banquete.
-No pierdas el tiempo en tonterías y reflexiona aquí conmigo. ¿Queda mucho para San Pedro de Rozados?
-Un huevo. Al paso que vamos, quizás dos.
-Pues vamos a reflexionarnos todo el jamón porque yo de Salamanca no paso sin montarme en un autobús.
Los fantasmas del diesel asaltaban a Genaro machaconamente.
-Lo de Rozados deben habérselo añadido a San Pedro por mí. Llevo los muslos ardiendo. ¿A que no conoces a nadie que se haya escaldado sentado en un autobús?
-No sé. Hay gente pa tó...pero no creo. Está bueno este jamoncete de Guijuelo.
-En cuanto se acabe, me subo al autobús y ya estoy en el Obradoiro.
Guardaron los restos en las mochilas y continuaron la marcha tras dar una miradita a la guía.
-Esta tarde también tenemos toros, Genaro.
-¡Ojú!
Un rato de camino para sestear ayudó poco a la digestión.
-Saca la primera de las congeladas, que el jamón ya está aquí.
Al cabo de dos horas tenían más sed que miedo. Los toros formaban parte del paisaje. Miraban a los extraños peregrinos caminando junto a la alambrada de espinos. Seguramente no se inmutaron porque no llegaban a creer que se atreviesen a cruzar por el interior de la dehesa de semejante guisa.Uno iba a la pata coja, con una bota en la mano; el otro, patizambo y arrastrando los pies.
-Como se arranque uno nos vamos a enterar, Genaro.
-Me da igual si me coge; así no ando más.
-Aprovecha y pídele agua o, al menos, que te diga donde está el pilón.
-Déjate de cachondeo y mira a ver si hay algún portillo. De aquí no salimos vivos.
Bordeando  la alambrada durante media hora que les pareció un siglo llegaron a una portela y la franquearon como si de un burladero de la Maestranza se tratara.
San Pedro tenía que estar ya cerca. El ladrido de unos perros y la musiquilla de unos aspersores tocando el xilófono sobre las hojas de un maizal delataban la proximidad de alguna sombra al otro lado del cerro que ascendían.
-Vamos, Genaro. Esta noche nos lavaremos en el Tormes.



Dedicada a Genaro, el peregrino más reflexivo.



lunes, 17 de septiembre de 2012

sábado, 8 de septiembre de 2012

LEO EN EL CHANZA

Leo en el nacimiento del río Chanza

Desde que llegó a Cortegana, Leo solo bebe agua de donde nace el Chanza; ya sabes, de la que brota antes de nutrir olivos, castaños y nogales. Leo es así de delicado.
Hoy hemos dado un rodeo en busca de su pilón favorito, el que mana por encima de los lavaderos que las damas cambiaron por una güestinjaus plagadita de programas.
-¿Te has cansado?
-Para nada. El camino que se recorre en buena compañía nunca cansa.
-Lo mismo digo, amigo. Además, menos mal que fue ella quien cayó.
-Menos mal.
-Si hubieses caído tú, o yo, aún nos estaría quitando briznas del culete.
-Supimos contener la risa, campeón.
-Yo me aparté un buen rato del sendero.¿Lo recuerdas?
-Sí. Cuando pasábamos junto a los castaños.
-Fui a echar unas risas.
-Supuse algo así. Yo me alivié cuando bebías agua.
-Me mosqueé. Pensé que te reías de mí.
-¿Por eso me mordiste cuando te quitaba el collar?
-¡Hummm!
-Mamón.




Dedicado a nuestra acompañante.
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