Carmelo se llevó otro escopetazo cuando se acercó a la conversación. Todos callaron.
- ¡Calla, que hay ropa tendida! - dijo Pepe señalando al niño con la ceja.
El pequeño gorrión captó el gesto: lo había dicho por él. No era la primera vez que decían lo mismo cuando se acercaba a una conversación entre mayores.
- Entonces, ¿qué? ¿Queréis otro papelón de pólvora y el cañón gordo o no?
Todos notaron que había cogido lo de la "ropa tendida".
- Pelma, no te mosquees, hombre. Que sí, que queremos las dos cosas.
- Pues ya estoy hasta los cojones de tanta ropita tendía. Y del Peorro este haciendo así cada vez que llego yo.- dijo Carmelo parodiando el gesto de Pepe.
- Vale, vale. Ya no te lo digo más.- se disculpó Pepe, El Peorro.
- A ver cuando te traes ya el carburo. Tengo tres botellas de La Casera esperando.
- ¡Joé, con el Pelmacillo!- Exclamó Manolo adivinando sus intenciones.
- Yo traigo salitre y el cañón gordo. Y éste - continuó señalando despectivamente a El Peorro - me da un papelón igual de grande lleno de carburo. Sin piedrecitas ¡eh!
-¡Trato! - firmó El Peorro levantando ligeramente el culo de la piedra.
Todos le hicieron un cerco entre risas.
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