Cogió el chándal de los domingos y se dirigió al jaulón de los mítines. Su séquito le seguía a pocos pasos, atusándole el plumaje y dando lustre a los ósculos de su culito panadero.
- ¿Con qué nos sorprenderás esta tarde, señol?
- Cállate, pelotillero, que me está hablando un pajarillo...
- No lo vemos, señol.
- ¡ Aló, comandante Pio Pio !