Girasol |
Las pipas de girasol eran una de las debilidades de la chiquillería; el regaliz de palo, otra.
Carmelo tenía ganas de crecer, entre otras cosas, para que le crecieran las manos y comer más pipas por el mismo dinero. Con una perra chica tenía para todas las que le cupiesen en las dos manos abiertas y Manolín se las daba bien despachadas pues no paraba de llenárselas hasta que caían algunas sobre el mostrador del quiosco.
- Ahora vuelvo por el orozuz, Pepe.
- Espera un poco que te lo meto en el bolsillo. Toma, cuatro palos de los buenos. Hoy te ha ido bien en la lotería, ¿no?
- Sí. He llenao el cartón casi del tirón.